Miami, 28 de octubre de 2016
Con algo de retraso nuestro vuelo de Air Europa salía de Barajas destino Miami pasado el mediodía. Por algún motivo teníamos la idea de que los aviones de esta compañía eran viejos e incómodos, pero nada más lejos de la realidad. Al menos el avión en que volamos era bastante nuevo, con sus pantallas individuales con películas y juegos y hasta ventanas que en vez de tener cortinas, se oscurecía o clareaba el cristal con tan sólo pulsar un botón.
Hacía tiempo que no tenía un viaje con tantas turbulencias, no muy fuertes, pero continuas, lo cual intranquilizaba especialmente cuando sobrevolábamos el triángulo de las Bermudas. También era bastante intranquilizante el pasajero que se paseaba por el avión desde primera clase con una manta cubriéndole la cabeza. Casi a las 20 aterrizábamos en suelo americano. Lo primero era correr hacia el control de fronteras para intentar llegar antes que el resto del avión y ahorrarnos unos minutos de colas. A la salida nos encontramos con un Vip que había volado con nosotros, El Cigala.
andamos por lo menos kilómetro y medio hasta el control policial. Al viajar con el ESTA directamente había unas máquinas que supuestamente te permitían entrar directamente. Tras leer nuestro pasaporte, coger nuestras huellas y hacernos una foto a traición, que yo repetí porque salía con cara especialmente de terrorista, nos salía a todos los turistas un papel con la susodicha foto y nuestros datos diciéndonos que pasáramos por el control de aduanas. Eso sí, cada cual tenía una barra que indicaba su grado de confianza. En mi caso estaba casi llena , al 97. Dani era sólo un 77% seguro para el gobierno de los Estados Unidos.
El control policial fue rápido, por suerte nos habíamos comido en el avión todo lo que traíamos potencialmente dañino para el ecosistema americano y tan sólo respondimos sobre nuestras fechas de viaje y poco más. Aunque fuimos los más rápidos del avión en pasar todos los controles, nuestras maletas ya estaban tirada en medio del aeropuerto fuera de la cinta.
Nuestro siguiente paso era buscar el rent a car. Otra vez andamos otro kilómetro por los interminables pasillos del aeropuerto hasta llegar a un tren que nos dejaba en un edificio donde por fin estaban todas las oficinas de alquiler de coches.
Importante cuando se alquile un coche en Miami, te preguntarán si quieres Sun Pass con tu coche. Cuesta 7 euros al día, pero te va a ahorrar una multa por cada peaje que cruces. Aquí los peajes son unas placas colocadas sobre la carretera que te cobran directamente cuando pasas bajo ellas. Para llegar a los cayos hay un total de 6.
Después de explicar a la chica de la oficina que el coche nos había tocado en un concurso de una famosa blogger española, parecía que todo le cuadraba y nos daba las llaves de un Toyota Prius Híbrido.
Dani lo primero que preguntó es donde estaban las marchas en un coche automático, parecía que no tenía muy claro el concepto de automático. Pese a unos primeros momentos de nerviosismo, el GPS y los datos del móvil fueron muy útiles para llevarnos a nuestro hotel, sin grandes contratiempos, en el mismísimo centro financiero de Miami.
El River Park Hotel destaca por su exquisita decoración... A la entrada unas enormes estatuas de leones te dan la bienvenida. En su interior, desde un soldadito de plomo de tres metros hasta una estatua imitación de Botero de una gorda tocando un violonchelo. Y todo con un exquisito hilo musical de Jazz... Es como si quisieran dar al hotel una distinción y lujerío que perdió al menos veinte años atrás. El hotel en sí, y más por 58 euros la noche con desayuno incluido no estaba nada mal. Enfrente había un parking público donde dejar el coche por 19 dólares, algo menos que en el hotel.
Eran ya casi las diez de la noche y si queríamos cenar teníamos que darnos prisa. Por suerte cerca había un Whole Foods, un supermercado de comida muy pijo donde destacan los productos marca "Paul Newman", y es que en Estados Unidos te puedes tomar un zumo Newman. También tienen comida preparada, así que allí acabamos cenando pollo a la milanesa, ensalada de pasta y unas enormes bolas de carne por algo menos de treinta dólares, caro, pero mucho menos que un restaurante.
Decidimos dar un paseo rápido por el distrito financiero, pero a esas horas y en esa zona poco podíamos hacer. El sueño podía con nosotros y pronto volvimos al hotel, ya tendríamos tiempo de explorar Miami.
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