domingo, 13 de noviembre de 2016

La montaña cubana

Trinidad, 9 de noviembre de 2016

Ana María también nos despertó a las 7:30. Nuestra historia del nueve de noviembre tenía que comenzar y no podía hacerlo sin los actores principales, nosotros tres. Desayunamos en la casa. Ana María nos cobró 5 CUC por persona por el desayuno, muy similar al de La Habana. La primera timada del día vino con la lavandería. Dani y yo hemos venido con la mitad de la ropa para los 21 días por lo que teníamos que poner una colada. Lo hicimos en casa de Ana María. Nos cobraron 15 CUC por lavar, bastante mal por cierto, varias camisetas y gayumbos. Estamos hablando de que eso es el sueldo de un directivo de una empresa aqui en Cuba. Imaginaos que a vosotros os pagan 3000 euros por lavar 18 camisetas, 4 pantalones y 15 calzoncillos. Yo sinceramente lo haría hasta a lametazos con mi propia saliva.

La segunda timada vino acto seguido. El taxista que nos había conseguido la Mama Ana María nos quería cobrar 70 pesos por llevarnos al Nicho y de ahí a Trinidad cuando el día anterior habíamos apalabrado que fueran 60. Cuando fui a quejarme a Ana María me dijo que 70 es buen precio si el coche era nuevo. Pero nuevo, lo que se dice nuevo no era... De hecho tendría cerca de los 50 años. Cabreado acepté el nuevo precio y partimos hacia El Nicho.



El camino al Nicho es de algo más de una hora y la carretera va empeorando según vamos subiendo por la montaña. Había momentos en que nuestro "moderno" coche sufría y parecía que nos íbamos a quedar en la cuesta tirados. Eso sí los paisajes son preciosos. En general las carreteras cubanas no te permiten aburrirte. Si no es por los coches antiguos o los carros tirados por caballos que hay, es por la propaganda política que te encuentras a cada paso. La propaganda del régimen no es tan ingeniosa y bonita como por ejemplo la vietnamita, pero también tiene su aquel. Que si "juntos construimos un país mejor", que si "la victoria la hacemos trabajando" y demás consignas... Las mejores sin duda son las frases que Fidel ha dedicado a cada población y que están a la entrada de las ciudades. Los Santaclareños son valientes, los cienfuegueños tienen el mayor coraje, los trinitarios han demostrado su bondad y trabajo. Fidel ha tenido una palabra para cada uno de ellos.



Llegamos al Nicho y nos cobraron 10 CUC por entrar. La visita la teníamos que hacer con un guía, no podía ser de forma individual. Antes de entrar al parque fui al baño y la lié parda. Primero me abrió la puerta un yankee que se escandalizó al verme sentado en la taza, luego no había papel y tuve que limpiarme con un mapa de Hanoi que tenía en la mochila y para colmo aquella taza no tragaba y tuve que avisar a un hombre para que clausurara el baño... Vamos que no había comenzado la visita y ya la había liado. 



Nos dijeron que esperáramos en la entrada a nuestro guía. Nos llamaban "los libres"... Pero allí no aparecía nadie así que empezamos el recorrido por nuestra cuenta. Queríamos ser rebeldes, ir contra lo que tenían programado para nosotros... Pero al andar 5 minutos nos dimos la vuelta y esperamos en la entrada. La visita la hicimos con más gente de distintos países. Nuestra guía cubana hablaba inglés, francés y alemán. Enseñaba para qué servían algunas plantas etc... Una de ellas por cierto era la citronella con la que se hacen las pulseras anti mosquito. Después comenzó lo bueno. Tras ver una cascada espectacular, teníamos tiempo para el baño en otra. El agua estaba perfecta y más con el calor que hacía. Ahí nos dejaron 15 minutos en remojo. 



Seguimos avanzando por el camino hasta llegar a un mirador y nos dieron tiempo libre para bañarnos en otra poza en la que había una pequeña cascada desde la que podíamos saltar. Aquí pasamos un buen rato nadando contra corriente. Una vez finalizada la visita al otro lado de la carretera había otras tres pozas más donde bañarnos. En una de ellas incluso podías meterte bajo una cascada. Allí coincidimos con un grupo de gallegos que tenían la misma sensación de estar controlados que nosotros, pero se les veía más relajados, habían aceptado ya que iba a ser timados y lo llevaban mucho mejor. Tal vez esa era la clave, simplemente dejarse llevar.



Tras los baños fuimos al coche que nos estaba esperando y que nos tenía que dejar en Trinidad. El camino era de algo más de una hora. Cuando llegamos allí le dijimos al conductor que nos dejase en el centro, que ya buscábamos nosotros la casa donde dormir. Fue muy fácil, el primer lugar donde llamamos, el hostal Inés, tenían una habitación libre para los tres por 25 CUC. En general la decoración de estas casas es bastante antigua, pero el hostal Inés se llevaba la palma, es como dormir en la habitación antigua de la abuela del pueblo.



Comimos por allí cerca y nos comenzó a hablar un hombre que supuestamente era de San Fernando y estaba allí de vacaciones pero con acento cubano. La paranoia nos llevó a pensar que este hombre era un informador de patrón Rigoberto, que ya nos hemos dado cuenta que realmente él es el dios del viaje, o al menos un profeta del dios del viaje en este país, porque todo lo controla y se hace lo que él dice.



De ahí nos fuimos a dar un paseo por la ciudad. Trinidad es uno de los lugares con más encanto de todo Cuba. Las calles están empedradas, todos los edificios están totalmente arreglados y siguen un estilo muy definido con sus ventanas enrejadas y sus fachadas de colores y es la cuna de artesanos y pintores. Es un lugar para el turista que nada tiene que ver con lo que habíamos visto en La Habana y Cienfuegos, es altamente recomendable. Intentamos apañar los siguientes días pero la estación de autobuses cerraba a las 16. Teníamos que buscar el modo de que Diana fuera a La Habana y nosotros a Santiago desde algún punto intermedio. Los siguientes días los pasaríamos en algún cayo y aunque parezca increíble la mejor forma y más barata de hacerlo es ir a un Resort de Todo Incluido. Si no, lo único que se puede hacer es dormir en Remedios, la población más cercana a los cayos y cogerse un taxi hasta allí, aunque todas las playas son privadas y pertenecen a uno de los hoteles.



Cuando cayó la noche nos dirigimos a la plaza principal de Trinidad, donde hay una gran escalera donde los turistas y locales se juntan. Aquí suele haber música en directo y el ambiente es muy animado. Nos paramos a tomar una bebida típica de la zona hecha con ron, miel y aguardiente. Mientras tanto estábamos sentados vimos pasar a Patri. No teníamos ni idea de que estaba allí, de hecho pensábamos que estaba en Viñales, pero la casualidad, o patrón, o el dios del viaje o quien sea, quiso que nos encontráramos con nuestra amiga.



Tras el shock inicial quedamos en vernos por la noche en "La Casa de la Trova", un lugar con música en directo que habían recomendado a Diana sus amigos chilenos por ser un lugar muy auténtico e interesante de ver. Después de ducharnos fuimos al famoso lugar, que estaba bastante cerca de las escaleras de la plaza principal. Y... Como definirlo... Cuando entrabas a mano izquierda había un grupo de jóvenes cubanos y cubanas sentados observando a los guiris que íbamos entrando y que acabarían siendo sus presas. De frente la banda tocaba música cubana y no tan cuba a (entre su repertorio estaba Yesterday, Stand by me o Bailando de Enrique Iglesias) y alrededor hombres y mujeres de todas las edades bailando bien agarrados con cubanos para ver quién pillaba con quien. Vamos, turismo sexual en toda regla.



Nosotros nos dedicamos a ser meros espectadores. Al ser dos chicas y dos chicos nadie se acercaba. De hecho a mitad de la noche vino la policia a La Trova y los cubanos salieron espantados de allí, ya que está prohibido que se relacionen con el turista, y más del modo que se relacionaban allí. Supongo que los amigos de Diana, que habían visto esto 5 años atrás poco tenía que ver con lo que se había convertido. De hecho Diana preguntó por una pareja que tocaba allí y le dijeron que hacía más de dos años que ya no tocaban en ese lugar.

Nosotros aprovechando que nos habíamos encontrado con Patri nos tomamos varios mojitos y cuando "La Casa de la Trova cerró nos fuimos a una discoteca cercana a seguir la fiesta. La discoteca pues casi tres cuartos de lo mismo. Turistas y cubanos juntos y revueltos yendo unos a la caza de otros y viceversa y todo aderezado con mucho mucho reaggeton. Patri de hecho en mitad de la noche me dijo que no podía más con esa música, yo por mi parte encantado. 



Cuando la discoteca cerró a las dos de la mañana no habíamos cenado y fuimos a un sitio llamado la botija que estaba abierto 24 horas a comer algo. La verdad es que las pizzas cubanas poco tienen que envidiar a las italianas, todo lo contrario que la tortilla española que pedimos, que era un extraño revuelto con pimientos y patata no muy bien cuajado. Mientras cenamos hablamos con un cubano sentado al lado nuestro, y aunque parezca paranoia nuestra un hombre entró, se sentó en la mesa de enfrente a ojear la carta y ya de paso a escuchar nuestra conversación. Uno de los famosos informadores cubanos. Dicen que 1 de cada 4 personas es un informador y que hay que tener cuidado con lo que se habla en estos lugares incluso siendo turista. De hecho en La Casa de la Trova otro hombre ya se sentó al lado y estaba más pendiente de nuestra conversación que de la de la gente a su alrededor, mostrándose incómodo con nosotros por lo que hablábamos de su país. 



Al salir de cenar vimos como la policia se llevaba a un cubano que estaba con una chica a comisaría mientras a ella la decía que eso estaba prohibido y que tuviera mucho cuidado porque si ella no se portaba bien podían avisar a inmigración e incluso deportarla a ella. La chica le dijo que no estaba haciendo nada, pero su palabra de poco sirvió. El chico acabaría esa noche en calabozo y al día siguiente sería soltado con una amonestación. 

Para nosotros eran las 4 de la mañana y era hora de irse a la cama. Al día siguiente teníamos que solucionar a primera hora toda la logística de los tres siguientes días. 











Intentando descubrir Cuba

Cienfuegos, 8 de noviembre de 2016

Nuestro patrón Rigoberto ya nos había planificado todo el viaje durante los próximos 6 días y a las 7.30 ya estaba tocando en nuestra puerta para que nos despertáramos. El desayuno no va incluido en el hospedaje y cuesta 4 CUC. Incluye guayaba, piña, tostadas, café, tortilla con frijoles, zumo natural de mango y bollería.

Rigoberto nos había contratado un taxi colectivo para ir a nuestro primer destino dentro de la ruta, Cienfuegos. Los colectivos aquí no se parecen en nada a los de México. Son colectivos para turistas exclusivamente. Rigoberto nos dijo que podían ser cualquier cosa "hasta aviones con ruedas". En este caso era una furgoneta bastante nueva. Su precio 30 CUC por persona. También hay buses, por supuesto para turistas que son algo más baratos pero que tardan mucho más.



La sensación que nos está dando Cuba es que aquí el turista vive en una burbuja de la que le es imposible salir y es difícil conocer la realidad cubana por mucho que lo intentes. No sólo tenemos nuestra propia moneda con nuestros precios que como mínimo son 2,5 veces lo que un Cubano paga por lo mismo, sino que nos da la sensación de que estamos siguiendo un guión fijado por ellos del que aunque queramos es difícil salir. 

El camino de La Habana a Cienfuegos se puede hacer en dos horas siempre y cuando tengas coche, porque si vas con un cubano conduciendo es muy probable que acabes en un bar de carretera para turistas tirando durante 40 minutos. Y con esta situación fue con la que el pueblo cubano ha acabado con mi paciencia en un día consiguiendo un récord que será difícil de superar. Porque, seamos realistas, hay necesidad de parar 40 minutos para tomarse un cocktail y un Sandwich en un trayecto de no más de dos horas cuando tus siete turistas están esperando a que acabes para continuar el viaje? Hay necesidad de que en este bar nos reciba este pobre cocodrilo disecado que pasará su eternidad tocando las maracas con un pañuelo y sombrero ridículos  y una piña tapándole las vergüenzas? No, amigos, no. 



Así que ya, cuál Angry Bird llegué a Cienfuegos, donde la sensación de encontrarme en el show de Truman creció exponencialmente. Le dijimos al conductor que nos dejara en algún sitio donde pudiéramos alquilar un coche. Si conseguíamos alquilar un coche nuestra salud mental mejoraría y ganaríamos muchísimo tiempo entre trayectos. Antes de llegar a Cienfuegos nuestro conductor llamó a alguien a quien le dijo que le llamase desde su teléfono a alguien pero que nadie le viera ni escuchara. Estas son las cosas que nos hacen pensar que estamos siguiendo el camino que marcaron para nosotros desde que entramos en el aeropuerto.

Nos pararon en el aeropuerto. Allí había dos oficinas de alquiler, y ambas tenían coches fuera, pero por algún motivo no nos querían alquilar un coche. Decían que eran para otros clientes en los próximos días, pero cuando le dijimos que nos lo alquilara al menos un día nos dijeron que no. Resignados fuimos al centro de Cienfuegos. Nuestro objetivo era dejar las mochilas en la casa donde nos íbamos a quedar y de ahí irnos a El Nicho. Unas cascadas naturales situadas en las montañas entre Cienfuegos y Trinidad, pero nos dimos de bruces contra Ana María, nuestra nueva patrona. 




Ana María era la dueña de la casa en la que nos quedamos. Era como la Gran Mama... Adorable por fuera, pero con algo detrás que te hacía desconfiar. Nos cambió los planes pero por algún motivo es como si anulara nuestra capacidad de decisión sin que pongamos oposición. Hoy nos quedábamos en Cienfuegos y al día siguiente ella nos contrataría un taxi que por 60 CUC nos llevaría a El Nicho y nos dejaría en Trinidad. Aceptamos su guión y le preguntamos por una playa cercana. Nos habló de Rancho Luna, a unos 15 km de Cienfuegos. Diana le dijo que si podíamos alquilar una bicicleta para movernos y ella le respondió que no quería una bicicleta, que cogieramos taxi. Mejor fue la reacción cuando Dani le dijo que aquí el Internet es complicado de conseguir. Ana María le miró y mientras se alejaba le dijo "quien dijo que no hay internet, claro que hay..." De una forma tan misterios que nos dio que pensar que hay algo oculto que ni conocemos ni se nos será revelado durante nuestra estancia. Nadie rompe la baraja y muestra las cartas con la que juegan los cubanos y está claro que con las cartas con las que se nos permite jugar, es imposible ganar la partida.



Salimos a conocer Cienfuegos. La ciudad no es muy grande para ver, un par de avenidas principales y un montón de calles adyacentes con edificios similares a los de la Habana pero mejor cuidados. Para no perder mucho tiempo comimos unas pizzas y unos espagueti en una pizzería cubana. Lo que para ellos era un tercio de CUC, para nosotros era uno entero, por cuatro euros comimos. Las pizzas estaban buenas aunque básicamente sean una masa de pan con tomate queso y algo de jamón encima.



De ahí fuimos a la famosa heladería Copelia que se encuentra por todo Cuba. Aquí el rasero también era distinto para cubanos y turistas, ya no sólo en el precio sino también en la presentación del helado. Por qué a nosotros nos lo ponían en una copa (de plástico eso sí) y a ellos en un bol? Esta diferenciación continúa es lo que nos está provocando más rechazo del país. Yo entiendo que se me cobre más por ser turista, incluso que se me medio time, pero esto puede con mi paciencia. 



No quiero dar la impresión de que Cuba no nos está gustando, todo lo contrario, pero esto nos enfada. No hay forma de salirse del camino marcado para el turista. Todo es una falsa libertad de elección, o como lo hemos titulado, una "Libertad Vigilada". En la plaza principal cogimos un taxi que nos llevó a Rancho Luna, la playa de Cienfuegos. La playa era muy bonita y el mar era estupendo. Allí pasamos la tarde hasta el atardecer entre baños y cervezas.



En el camino de ida y vuelta preguntamos a nuestro taxista por distintos temas de la sociedad cubana. Él posiblemente haya sido la persona más sincera que nos hayamos encontrado. El hombre antes de ser taxista trabajaba en temas de derecho y dirigiendo empresas. En ese trabajo ganaba mucho menos de lo que ganaba con el turismo. El sueldo medio de un cubano es de 8 CUC y el de alguien que dirige una empresa son 16-20. Como taxista ganaba más solo con las propinas. Su hijo que también trabajaba con turistas ganaba el sueldo de una persona de un año en un mes. 

La pirámide en Cuba está totalmente invertida y la forma de ganar dinero no es estudiando, sino trabajando en el turismo. Nos habló de la cesta básica de la compra. Una cesta subvencionada que les permite comer pero que a todas luces cubre escasamente las necesidades básicas. Sólo los niños y las embarazadas tienen por ejemplo derecho a leche. Más allá de eso está el mercado libre donde los precios se multiplican en su propia moneda por 6 o incluso más dependiendo del alimento que sea. Incluso hay ciertos alimentos que tienen que comprarse en divisas y es muy complicado hacerse con ellos. La ternera por ejemplo tiene un precio prohibitivo. La ropa también es carísima y un pantalón puede ser el sueldo de un mes. Por contra, y aunque parezca mentira la sanidad es de calidad y les cubre absolutamente todo. Lo básico está cubierto, todo lo demás es prácticamente inalcanzable.



A la vuelta le pedimos que nos dejara en el malecón de Cienfuegos para volver andando. El malecón no es como el de La Habana. Sólo una pequeña parte va paralela al mar. Volvimos a nuestro hostel para ducharnos antes de cenar. La cena la hicimos en un paladar cercano a la casa donde nos alojábamos. Unas gambas rebozadas, un arroz con gambas, un filete de pollo "Golden Blue" (que entendemos que será Cordon Bleu) y varias cervezas nos costaron 30 pesos Y supuestamente era uno de los lugares más baratos a los que podíamos ir. 30 pesos es el sueldo de dos meses, y a nosotros como turistas nos lo cobran por una cena.

De allí nos fuimos a dormir pese a que no eran más de las 22:30 de la noche. Cuando llegamos Ana María estaba viendo la televisión, se fue a la cama a la vez que nosotros, como si estuviera esperando a que llegáramos a casa. Sí, puede parecer desde fuera que es algo paranoico o que incluso se nos ha ido la pinza, pero todo esto resulta tan curioso, jamás hemos estado en un país así. Y vale que nos estamos quejando porque no podemos ir más allá ni dejar de ser tratados como turistas, pero en el fondo lo estamos disfrutando como enanos, porque estos siete días que estemos aquí van a dar muchísimo de sí.


La mayor belleza en ruinas

No La Habana, 7 de noviembre de 2016

Con tan sólo 3 horas dormidas cogiamos nuestro bus a las 4.30 de la mañana al aeropuerto de Cancún. Tras esperar una eterna cola para facturar salimos de Cancún sin necesidad de pagar la tasa de 65 euros que al parecer todos los españoles pagan al abandonar el país por este aeropuerto. No sabemos si es porque nuestra aerolínea ya los había pagado o si porque nuestro destino no era España o si es que esa tasa sólo es para vuelos charter. 



A los 15 minutos de abandonar México empezamos a sobrevolar Cuba y llegamos incluso antes de tiempo. Fuera del aeropuerto nos estaba esperando nuestro taxista. Yo estaba nervioso porque no sabía dónde nos íbamos a encontrar con Diana, que se ha unido a nosotros durante nuestros días en Cuba. Dani no sabía nada y yo estaba con el iPad en mano para no perder un momento de la sorpresa. Diana no estaba ni en el aeropuerto, ni en el taxi ni en la casa a la que llegamos. De camino a la casa cayó una gran tormenta.



La puerta de la casa era una chapa oxidada y la calle en la que estaba no podía ser más desangeladora. Era como si una guerra hubiera pasado por allí y hubiera destruido la mayoría de los edificios. Sin embargo, lo que en otro país nos hubiera dado miedo, aquí no nos provocaba ninguna inseguridad. Al subir el patrón de la casa, Rigoberto, nos sentó en un salón, nos invitó a un café y una cerveza y nos preguntó por nuestro plan de viaje dándonos algunos consejos. Muy bien, ¿pero y mi amiga? ¿Dónde estaba? ¿La habían descuartizado y nosotros éramos los siguientes? 

Me levanté al baño y entré en una habitación. Ahí estaba la mochila de Diana. Vale, si la hubieran vendido para ser torturada como en la película de Hostel hubieran escondido al menos su ropa. De repente Rigoberto me dice que había llegado una representante que si podía grabarla que querían hacer una presentación en vídeo de eso. Rápidamente entendí que esa mujer que estaba en las escaleras era Diana. Dani supongo que estaría flipandolo y más que lo alucinó cuando Diana estaba allí con nosotros. Se quedó paralizado, mirándola sin entender si aquella persona era su amiga, una cubana que se parecía mucho a Diana o la virgen del Rocío.



Superado ya el shock inicial, Diana nos contó que había ido a por una de esas tarjetas que usan en Cuba para conectarse a Internet. Cada tarjeta te da una hora de acceso desde los puntos wifi de la ciudad y cuesta 3 o 5 CUC (según el dueño eran 3 para los turistas pero a Diana la habían timado). Los CUC es el peso convertible cubano y es la moneda del turista. Las cosas tienen dos precios, uno en peso cubano, para la gente local y otro en convertible, para el turista. Por supuesto para nosotros todo es mucho más caro. Por ejemplo estas tarjetas de conexión a Internet de una hora para ellos tienen un precio de 1,5 CUC. Un CUC es 1,1 euros y un CUC equivale a 24 pesos cubanos.

Creo que hacía años que no pasaba más de 5 minutos sin ser rodeado de redes wifi. Aquí el internet es público y supongo que también controlado. El sol había salido con fuerza y fuimos a pasear por las calles de la Habana. La ciudad ha sido declarada como una de las 7 ciudades maravillas del mundo y motivos no le faltan. Hace 80 años tenía que haber sido posiblemente la ciudad más bella de todas las que he visitado en toda mi vida.


Todas las fachadas de los edificios son espectaculares. Unos más coloniales, otros con reminiscencias árabes, de inspiración gótica e incluso algunos recuerdan al estilo de Gaudí. En cada calle y en cada esquina hay una casa que fotografiar. Y hoy en día, la ciudad se cae a pedazos literalmente. Como he dicho más arriba, parece una ciudad que haya sido bombardeada por una guerra y en la que, una vez pasada la guerra, la gente vuelve a rehacer su vida con tranquilidad en sus calles. Es como que aquello para los cubanos ya no tiene solución y lo único que se puede hacer es dejarlo caer. Cornisas y balcones agujereados de los que queda poco más que la barandilla anclada a la fachada, enormes edificios que en otra época conocieron el mayor esplendor y que ahora eran comidos por las plantas y ventanales rotos que dan a solares y casas vistas. 



Y aún así tiene un encanto innegable que te invita a pasear por todas sus calles. Si en Venecia el estilo es desconchado y a la gente le encanta, aquí es como si juntaras esa famosa decadencia veneciana con el encanto del barrio español de Nápoles y lanzaras varias bombas encima. En cualquier otra parte del mundo pasear por estas calles nos daría miedo. Aquí la tranquilidad es absoluta.



Hay algunos edificios que sí han sido cuidados y restaurados y son admirables. El Capitolio no tiene nada que envidiar al de Washington y los edificios de la universidad o el teatro se ven muy cuidados. Aun así la Habana vieja merece ser pateada y disfrutada. Junto a los negocios locales hay otros mucho más cuidados abierto al turista. 


Por supuesto los negocios cubanos no tienen escaparates ni muestra el producto. Son barras de cara a la calle donde se atiende a los clientes. En la Habana vieja si hay algunos sitios, sobre todo galerías de arte donde puedes entrar y disfrutar de las obras de los artistas. Para los amantes de los coches La Habana es un paraíso. Hay cientos de coches antiguos recorriendo sus calles. Son preciosos. Hay turistas que los alquilan para dar un paseo con ellos por la ciudad. Nosotros nos conformamos con verlos.



Lo primero que hicimos fue ir a una casa de cambio a cambiar nuestros euros por CUC. En estas casas también se pueden cambiar dólares pero tienen una "penalización" del 10% respecto a su valor real que es casi 1 a 1 e incluso retirar dinero con la tarjeta del banco. De ahí cogimos un autobús que nos llevó por todo el malecón hasta una oficina de Cubana para que Diana cambiará su billete. No había ninguna opción para volver antes de Santiago a la Habana, o se arriesgaba y hacia el transfer para volver a Chile con sólo 1 hora y cuarto o tendría que volverse antes en bus que serían 9 o 10 horas. Todavía no sabemos cómo lo hará pero no va a arriesgarse a volver en avión.



De ahí fuimos paseando por otras avenidas más modernas hasta la Plaza de la revolución donde se encuentra su monumento, la construcción más alta de la ciudad y el famoso edificio con la cara del Che. Al lado de la plaza de la Revolución estaba la estación de autobuses, pero era la local, no la de los turistas. En la estación local no nos es posible coger un autobús a los turistas. Tampoco es muy recomendable si no vienes con todo el tiempo del mundo, porque aquí se hacen colas y nunca sabes si vas a salir o no en el siguiente o cuando va a salir ese "siguiente".

En la estación vivimos los primeros episodios de la "amabilidad cubana". Aquí hay de todo, gente muy amable y atenta que te trata con dulzura y otra más... Especial. Cuando Diana preguntó por el autobús de Santiago a la Habana para volver la mujer le dijo algo así como que esa no era la estación y que tenía que ir a la calle "26 O". Diana le pregunto qué hacía dónde y la mujer le repitió cortante "26 O". A la tercera vez que Diana le preguntó, la mujer de información la miró con cara de "EresRetrasadaNiña" y volvió a repetir con un gesto chungo y tono de cansada "26 O". Entendimos que era mejor no seguir preguntando. 



Acto seguido compramos agua y Dani recibió su ración de amabilidad cubana. Señalando a la botella de agua de litro y medio le dijo a la mujer que quería una botella de agua. La mujer le dio una botella de medio litro y cuando le dijo que quería la otra más grande, se giró, le miró fijamente y le dijo cabreada "pide agua grande, GRANDE".

Paramos a comer y a descansar en una hamburgueseria en un centro comercial. Cuba está cambiando. En la hamburgueseria había pocas opciones. No había patatas, tampoco bacon, se les había acabado la cerveza y lo poco que les quedaba era TuKola (la coca cola local que es como tomarse Cola marca pitusa). Yo pasé al baño y le di a la mujer unas cuantas monedas de céntimo que nos habían dado en la casa de cambio. Me miró con cara de odio. Cuando fuimos a pagar y Diana sacó las más de 60 monedas de céntimo que le habían dado en la casa de cambio, la mujer la miró con odio y le dijo "con eso, no me pagas". Así que nada, tenemos un montón de pequeñas monedas cubanas que ni los cubanos quieren. Que digo yo, que cuando voy al Día a comprar en España, los centimillos también los cogen y tan estupendamente, no? Que también es dinero.



Aun así tampoco queremos dar una imagen de Cuba que no se corresponde (No sea que me retengan en la frontera y me lleven a una prisión cubana). La gente en general es muy amable, te ayuda en todo momento. Hay algunos que por las calles te paran para intentarte vender, pero muchos otros sólo quieren conversación, te preguntan por la situación política de la "madre patria", se quejan de que hayamos re elegido a Rajoy pero nos advierten de que ellos llevan con Podemos más de 50 años. La política española les interesa y están al día.



Nosotros seguimos paseando por las calles y plazas de la Habana Vieja, nos sentamos en una de sus plazas y disfrutamos poniéndonos al día y observando la vida cubana. Los niños saliendo de los colegios y yendo a jugar a los parques, los adultos relacionándose en los parques. La Habana merece ser observada también de este modo.



Antes de salir a cenar fuimos al hostel a ducharnos. Las calles de noche eran aún más inquietantes, pero los ritmos cubanos que se oían desde las casas nos recordaban que, aunque lo pareciera, aquello no era zona de guerra. Ya de noche paseamos por el Malecón frente al Castillo y de ahí nos acercamos aconsejados por un hombre a un paladar, un restaurante típico cubano. Por 15 CUC, unos 14 euros, comimos un plato de Langosta que estaba deliciosa acompañada plátano, de ensalada y "Moros y Cristianos" que básicamente es arroz con frijoles. Buscamos y rebuscamos, preguntamos una y mil veces por un bar que habían aconsejado a Diana, "La Peña de Ray", pero fue imposible encontrarlo.



De vuelta a nuestra casa paramos en otro paladar mucho más humilde donde nos tomamos un mojito y una cerveza. La dueña fue muy amable con nosotros. Nos contó que su hija estuvo en el ballet nacional y ahora trabajaba en un Resort de lujo como bailarina. Nos dio pena no haber comido allí ya que el trato de la mujer fue excelente.

A las 23.30 caímos rendidos en la cama. Al día siguiente cogiamos a las 8 un taxi colectivo a Cienfuegos.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Entre cenotes y tortugas marinas

Playa del Carmen, 6 de noviembre de 2016

A ver, para que nos vamos a engañar, el viaje en autobús fue terrible. Paramos en mil pueblos con nombres irrememorables con muchas equis y kas. Y muchos, demasiados, badenes que te despertaban cuando más o menos habías cogido la postura para dormir. Para colmo el bus nos dejó en una estación más alejada del hotel que la que ya conocíamos.

Cuando por fin agarramos la cama (que aquí lo de coger está muy feo), eran las 6 de la mañana. Nos levantamos pasadas las 9 para desayunar y volvimos a la cama hasta las 11. La idea para nuestro último día era ir por la mañana al cenote azul y por la tarde a la playa de Akumal, ambos lugares a medio camino entre Playa del Carmen y Tulum.



Lo primero que hicimos fue ir a por los billetes de autobús al aeropuerto para el día siguiente. Nuestro avión sale a las 7:55, así que nos tocará madrugar y coger el bus a las 4.30. Teniendo en cuenta la puntualidad mexicana, es mejor no arriesgar. El billete de vuelta al aeropuerto nos costó 168 pesos. Y tarda hora y media en llegar al aeropuerto de Cancún. Por cierto, hemos leído que al salir del aeropuerto es probable que tengamos que pagar una tasa de 65 euros. Hay vuelos que lo tienen incluido y otros que no, habrá que ver mañana.



De ahí fuimos a coger el colectivo rumbo al cenote azul. Desde playa del Carmen se tardan unos 20 minutos en llegar. La entrada a este cenote son 80 pesos y el alquiler de las gafas otros 40. No hay taquillas, así que es importante no perder de vista las pertenencias. Este cenote al contrario de los que habíamos visitado antes es totalmente abierto. Se pueden ver bastantes peces en él pero lo realmente bonito es nadar y disfrutar del paisaje y el agua. 



El cenote está dividido en dos partes, una apenas cubre y está llena de peces y vegetación ideal para hacer snorkel. La otra es más profunda y está más orientada al baño. Aquí hay una roca a la que se puede subir de unos 4 metros y desde la que te puedes tirar al agua. Incluso los más atrevidos lo hacen de cabeza. Este cenote es muy concurrido entre la gente local que vienen a pasar el día y a comer entre los árboles que rodean el lugar. Para ellos es una piscina.



Nosotros estuvimos algo más de dos horas. El día estaba despejado y se estaba muy agusto. Incluso dejamos que los pequeños peces nos comieran las durezas de los pies durante un rato. Al principio resultaba hasta desagradable, pero una vez que te acostumbrabas era gracioso. 



Del cenote azul nos fuimos a la playa de Akumal. Esta playa es famosa porque en ella se pueden ver tortugas en libertad nadando cerca de la orilla. Quisimos ir a probar suerte y a hacer un poco de snorkel. Antes de llegar a la playa comimos en un restaurante un poco apartado de una mujer de Belice llamada Imelda. El restaurante lleva su nombre. La mujer nos hizo un pollo delicioso con una salsa de calabaza y más allá de eso nos trató con mucho cariño, dándonos consejos de donde alquilar nuestro snorkel, cómo y dónde ver las tortugas, etc... Además tuvimos una sobremesa con ella muy divertida.



Imelda nos dijo que podríamos ver una tortuga, si teníamos suerte veríamos cuatro o cinco. Nos dirigimos a la playa. Alquilamos el equipo de snorkel y el chaleco, que al parecer es obligatorio (o eso nos dijeron, porque no estamos seguros de que lo sea) por 200 pesos hasta el final del día. Hay tours guiados, pero no es necesario contratarlos aunque intenten insistir en que lo hagamos. De hecho en esta playa es uno de los pocos lugares donde he visto a los mexicanos especialmente pesados y mentirosos con el turista. 



Dani se metió primero mientras yo esperaba con las cosas en la orilla. Salía muy contento, había visto una tortuga y algunos peces, entre ellos peces espada. Nos intercambiamos gafas, tubo y chaleco y procedí a meterme en el agua a ver si tenía la máxima suerte. La verdad es que alejarse mucho de la orilla para no hacer pie. La playa de Akumal tiene un arrecife relativamente cercano y las olas rompen lejos, por lo que sus aguas son muy tranquilas. 

Al poco de dejar de hacer pie vi la primera de las tortugas. Se movía lenta, con mucha tranquilidad y sin importarle en absoluto mi presencia. Comía del lecho marino y salía a respirar para volverse a sumergir. Su tamaño era bastante grande. Seguí nadando y encontré otra más. Esta tenía dos pequeños tiburones acoplados en su espalda que se dejaban arrastrar por ella. De repente me vi rodeado de veloces peces espada y otro banco de peces de colores.



En el fondo vi una especie de lenguado plano. Era increíble la cantidad de animales tan cerca de la orilla. Seguí nadando y vi más tortugas, incluso llegué a ver cuatro de ellas juntas y alguna incluso bastante más pequeña que jugaba a taparse con la arena. Tampoco quería molestarlas y acercarme demasiado a ellas, aunque en absoluto se las veía incómodas. Nadé a su lado e incluso alguna me dió un susto cuando la vi que la tenía a mi lado respirando.



Seguí nadando más hacia adelante y encontré un pequeño arrecife donde había montones de peces de colores. Era bellísimo y poder nadar a su alrededor todo un lujo. Salí corriendo fuera para decirle a Dani que se metiera de nuevo, que yo había visto muchísimas más tortugas. Él en la segunda incursión vio incluso dos rayas. Yo me metí por ultima vez, quería volver a disfrutar de aquello. No sabemos si fue suerte, pero pudimos ver muchísimas tortugas, algunas de ellas enormes. Akumal superó todas nuestras expectativas. La tarde caía y era momento de coger el colectivo a playa del Carmen de nuevo.



Había que gastar nuestros últimos pesos, cenar y hacer alguna compra. Yo quería una camiseta de las cervezas Corona y Dani una especie de silbato que imitaba el sonido del jaguar. Aquí en playa del Carmen las cosas son más caras, pero también era nuestro último día en México y no teníamos que cargar con todo durante la ruta. Una de las avenidas se había cerrado y las tiendas habían sacado sus cosas a la calle para venderlas. Quien no tenía un DJ pinchando música a todo volumen, tenía un hombre que sorteaba ropa entre los compradores. Todo un espectáculo.

Aquello era un poco locura. En el centro castillos hinchables y puestos de comida y marquesitas. En los laterales cada tienda intentaba atraer a los compradores de un modo distinto. Hicimos nuestras compras, cenamos en un sitio de hamburguesas cerca de la quinta avenida y nos fuimos a descansar. Había que madrugar para coger nuestro avión a Cuba.



Esta ha sido mi segunda visita a México y la verdad me ha gustado tanto o más que la primera. La Riviera Maya es mucho más que sus playas turísticas y Chichén Itzá. Los cenotes, Cobá, Mérida, Uxmal, Akumal y cada uno de los lugares que hemos visitado nos ha maravillado. Una vez más he podido comprobar la hospitalidad del pueblo mexicano y la seguridad de un país que no siempre sale bien parado en las noticias. Seguro que no será mi última visita a México.



Toca poner rumbo a Cuba, espero encontrar alguna conexión wifi para actualizar el blog estos días. Si no es así, seguiré escribiendo y actualizaré con todo lo que ocurra allí el día 13 cuando volvamos a Estados Unidos. Aviso, en los próximos días habrá una gran sorpresa....

La ciudad maya desconocida

Mérida, 5 de noviembre de 2016

La claridad que entraba por las ventanas del cuarto nos despertó sobre las 8 de la mañana. Tras el desayuno, mientras preparábamos la mochila llamaron a la puerta de la casa preguntando por Dani. Era el taxista que nos trajo la noche anterior. Al parecer a Dani se le había caído la cartera con todo su dinero y la documentación en su coche y la había encontrado esta mañana limpiando el vehículo. El hombre, nos la había traído con absolutamente todo. Tuvimos muchísima suerte.



Elisa, la dueña de la casa, se ofreció a acercarnos al centro con su coche. La amabilidad mexicana es enorme, nos ahorramos el taxi y ganamos en comodidad. Desde Mérida pueden visitarse distintos asentamientos que están a algo más de una hora. Por un lado está Mayapan, bastante similar a Chichén Itzá pero más pequeño. Elisa nos recomendó ir a Uxmal por ser más importante y grande y algo diferente a lo que ya habíamos visto y la hicimos caso. 



En Mérida hay dos estaciones, una para turistas de primera clase y otra que va a los pueblos y es la que usan la gente local. Lo primero que hicimos es dejar nuestras mochilas en la consigna de la estación para no cargar con ellas todo el día. Para visitar Uxmal hay un autobús que sale a las 8 de la mañana de la estación local y hace lo que se denomina la ruta Puuc y que recorre este y otros asentamientos, dándonos tiempo en cada uno de ellos. Nosotros no habíamos madrugado tanto, así que cogimos un bus que por 60 pesos nos dejaba en la entrada de Uxmal.



Allí en la entrada, aparte de un buffet y el museo del chocolate no hay mucho más que ver. Uxmal se puede ver con bastante tranquilidad en algo más de dos horas y media. La entrada es bastante cara, unos 220 pesos, casi lo mismo que Chichén Itzá. Según se entra lo primero que nos encontramos es la pirámide del adivino. La estructura es ligeramente circular por ambos lados y difiere bastante de otras pirámides mayas. 



Por la parte de atrás comunica con los patios del palacio del gobernador y se ve mucho más imponente. Lo mejor de Uxmal sin duda es que no son muchos los turistas que llegan hasta aquí, por lo que pasear por estas ruinas casi en soledad es todo un lujo, y eso que había un par de niñas que no paraban de llorar y quejarse y daban ganas de hacer un sacrificio Maya con ellas ya que se las lía en todo el complejo.



Uxmal está bastante restaurado y en general cuenta con un buen grado de conservación. Puedes pasear por el interior de sus palacios y estructuras y subir a lo alto de los edificios cuyas escaleras además son de las mejor cuidadas y menos peligrosas de todas las que he visto. Desde lo alto las vistas del lugar son imponentes. Podemos ver la pirámide del adivino, la cancha del juego de pelota (bastante más pequeña que la de Chichén Itzá eso sí) y sus distintos Palacios.



Las iguanas en Uxmal campan a sus anchas y aquí sí que podemos verlas en cada esquina, ellas son ahora las habitantes y las dueñas de este lugar. De algún modo Uxmal da más sensación de ciudad con sus distintos edificios y personalmente me ha gustado casi tanto o más que Itzá.



Antes de coger nuestro bus de vuelta pasamos por el museo del chocolate, situado en un edificio colonial de 1600 totalmente restaurado. No entramos al museo pero sí aprovechamos para comprar una tableta de chocolate Maya. La verdad estaba bueno, pero el de Lindt no tiene nada que envidiarle.

De vuelta a Mérida lo primero que hicimos fue parar a comer. Hartos de comida mexicana vimos un chino donde por poco más de 4 euros por cabeza comimos. Valladolid y Mérida han cambiado su hora al horario de invierno, no así la zona costera de Tulum y Playa del Carmen, total que aquí, cuando te quieres dar cuenta la noche te cae encima.



Antes de coger el autobús a Playa del Carmen, queríamos visitar Mérida. El centro de la ciudad sigue conservando el estilo colonial y está muy cuidada. Como nos dijo Elisa, Mérida es una ciudad muy segura y de hecho recibe mucha población de otras ciudades de México que vienen aquí a vivir por su seguridad. Lo que más llama la atención es la gran vida social que desprenden sus calles. El buen tiempo anima a hacer vida en las distintas plazas donde se reúne la gente y todos los días hay actividades programadas. Los sábados hay una proyección de vídeo sobre la catedral a las 21 y un concierto con música típica mexicana que llaman las noches de México en el paseo Montejo, uno de los núcleos de la vida nocturna de la ciudad.



Además hoy había un concierto de la banda de la policia para "acercarles" a los ciudadanos, pero no era un concierto sinfónico, era una auténtica banda de pueblo cantando boleros para los ciudadanos que bailaban bajo el escenario cual verbena de pueblo veraniega. Una de las cosas que más nos ha gustado es la vida callejera nocturna de la ciudad. 



Imprescindible la visita a la casa Montejo en la plaza principal. Es gratuita y consta de tres salas con distintos salones con sus muebles de época. También se puede visitar el palacio de gobierno donde había una serie de murales bastante crudos sobre la colonización de los españoles. En uno de estos murales había un Maya saliendo de una mazorca de maíz. Al parecer para los mayas el hombre no provenía de la creación de dios ni por supuesto del mono, sino que salimos de una mazorca. 



Seguimos paseando por distintas plazas hasta llegar al famoso paseo Montejo, cerrado al tráfico para que la gente pudiera ir en bicicleta. Al fondo había distintos puestos de comida y el escenario donde a las 20 empezaban las actuaciones de las noches de México. No pudimos verlo, había que volver a la estación a recoger nuestras maletas de la consigna antes de las 9.



Por el camino vimos una especie de escarabajos-broches vivos que al parecer se compran para las mujeres. Los bichos vivos son decorados con piedras y las mujeres se los cuelgan en su collar. Todo proviene de una leyenda de una joven que traicionó a su padre enamorándose de un hombre que no era con el que la habían prometido. El padre como castigo pidió al brujo que convirtiera a su amante en un escarabajo y ella lo cubrió de oro y joyas y lo llevo siempre consigo. Si alguien piensa en comprarse uno de estos "broches" que por favor piense en el control de aduanas y las plagas que puede traer a España con una cosa de estas. Aquí tenéis la foto de los adorables bichos.



Llegamos a la estación sobre las 20:50 pero hasta las doce no había autobuses de primera a Playa del Carmen. Fuimos a la otra estación y por suerte había un autobús a las 21:55 pero eso sí, paraba por todos los pueblos habidos y por haber y llegaba a las 5.30 de la mañana. Lo bueno que costaba la mitad que el resto, y para alguien un poco artillarlas como yo, es una oferta que no puede rechazarse.



Como olíamos a muerto de estar todo el día de paseos con la mochila de arriba a abajo, vimos que cerca de la estación podían alquilarse habitaciones por dos horas por 100 pesos y allí que nos fuimos a duchar para al menos adelantar eso cuando llegáramos a las 5 de la mañana y podernos meter en la cama. Sí, era una especie de picadero. De hecho lo primero que nos preguntaron fue si sólo íbamos a ducharnos. Como nuestras intenciones eran solamente higiénicas, nos metieron en una habitación al lado de recepción. Limpia, lo que se dice limpia no era, pero a mí me valió.



A las diez de la noche cogiamos nuestro bus para deshacer todo el camino que habíamos recorrido los cuatro días anteriores. Nuestros días en la Riviera Maya se están agotando.