Nos levantamos relativamente pronto para aprovechar el día. En el desayuno estuvimos conversando con Flavia, nuestra casera y la verdad es que mereció la pena. Flavia nos contó que vivía en Roma y que allí es Policía, pero que por el trabajo de su marido se han venido a vivir a México aunque cree que no estará más de un año más por allí. En Italia Flavia era atleta profesional, su especialidad eran los 110 metros valla. También nos contó que su hermana pequeña también es atleta y ha llegado a competir en Pekín y Londres. Nos hizo el desayuno muy ameno contándonos sus batallas con la gente de allí y su consiguiente desesperación. Aunque lleva más de un año viviendo en Cancún, no ha conseguido relajar su ritmo romano y adecuarlo a la tranquilidad mexicana.
Después del desayuno tocaba buscar la forma de llegar a Tulum desde playa del Carmen. Se puede hacer en taxi o bus regular, pero lo más barato es coger el colectivo que sale cada 3 minutos y te deja allí por 50 pesos (poco más de 2 euros). El colectivo son furgonetas que transportan a la gente y paran donde se les pida tanto para comer como para dejar viajeros siempre que haya sitios libres.
Eso sí, es una experiencia para gente atrevida porque van a toda la velocidad por carreteras no excesivamente buenas. El viaje fueron unos 40 minutos y nos dejó relativamente cerca de nuestro hostel. Esta vez donde vamos a dormir se puede calificar de "alojamiento peculiar". Las habitaciones son tuberías de cemento con una cama, su aire acondicionado y poco más. Tampoco es que necesitemos mucho más para dormir y su precio para dos personas no llegaba a los 25 euros.
Antes de ir a Tulum paramos en un supermercado donde aprovechamos para comer. Aquí como en Estados Unidos todos los supermercados tienen una sección de platos preparados y unas mesas donde comer. La comida no está nada mal y es bastante más barata que ir a un restaurante. Además es más rápido, aunque la chica que nos atendió iba a ritmo México, al menos no había que esperar porque un cocinero hiciera la comida. Nosotros por 150 pesos comimos los dos.
Para llegar a Tulum cogimos de nuevo el colectivo que nos acercaba los 3 km que distaban entre el pueblo y la zona arqueológica. Una vez allí hay que andar un camino hasta las taquillas. Por el camino hay diversos puntos de información que parecen oficiales pero realmente son de agencias que quieren vender sus excursiones.
Entrar a Tulum cuesta 65 pesos + 45 pesos más si se quiere grabar en vídeo, aunque realmente nadie controla si no estás tomando fotos o vídeo por lo que ese dinero puede ahorrarse. El horario es de 8,30 a 16,30. Nosotros llegamos sobre la 13 y coincidimos con muchos grupos de turistas, así que casi mejor madrugar un poco y visitar el sitio sin tanta gente. Hay unas entradas especiales que cuestan 220 pesos y que te permiten acceder al recinto a primera hora de la mañana o a última de la tarde. Para Tulum yo no recomendaría un guía, hay bastantes carteles explicativos y su tamaño es bastante comedido.
Al entrar al recinto vimos varios coatíes paseando por allí sin mostrar demasiado miedo de la gente. Una vez que se pasa la muralla de la ciudadela accedemos a las ruinas. Lo mejor sin lugar a dudas son los habitantes de Tulum, las enormes iguanas que campan a sus anchas por las ruinas posando para la gente. El recinto está muy cuidado y hay paneles informativos a cada paso. El Palacio, situado en el centro de Tulum, es el edificio más importante del yacimiento. Si nos fijamos bien incluso todavía se pueden ver algunos de los colores rojos con los que estaban pintadas estas fachadas.
Tulum era un pueblo pesquero situado al lado del mar. Tras las ruinas se encuentra la playa de arena blanca y el mar de un color turquesa precioso. Ésta es una de las fotografías más típicas de la Riviera Maya, las edificaciones de Tulum con el mar de fondo y las palmeras en primer plano. La pena es que por el viento la playa hoy estaba cerrada. Como curiosidad había una zona de la playa acordonada ya que ahí desovaban las tortugas entre los meses de junio y octubre. Supongo que las iguanas tendrán un buen festín de huevos de tortuga.
Después de visitar Tulum nos tomamos una cerveza a las afueras del yacimiento y elegimos a qué cenote ir a bañarnos. Los cenotes son piscinas naturales de agua dulce y totalmente transparente que eran los depósitos de agua de los mayas. En algunos de ellos también hacían sacrificios humanos. En la Riviera Maya hay montones de ellos, unos más preparados para los turistas y otros más "salvajes". Nosotros nos decidimos por ir al cenote Dos Ojos, a unos 5 minutos en colectivo desde Tulum. No es uno de los cenotes más turísticos, pero tampoco es de los más salvajes. La particularidad de este cenote es que no es de una empresa privada como muchos otros, sino que está dentro de un Ejido, que son las tierras que el gobierno da a la gente local para que la exploten, por lo que parte de nuestro dinero al menos iba a una comunidad.
La entrada al cenote con el alquiler del equipo de snorkel y una ruta de una hora con guía por las cuevas nos costó 500 pesos. Entrar al cenote para bañarse son 200 pesos. Para acceder nos llevaron en coche al interior de la selva unos 3 km. La experiencia vale eso y muchísimo más. Las aguas son cristalinas y están llenas de peces que se acercan a ti sin miedo alguno. Dentro del cenote te sientes explorando otro mundo.
Cruzas cuevas donde apenas cabe nuestro tubo y no puedes salir a la superficie, rodeas estalactitas y te adentras en cavernas donde sólo tú linterna ilumina el camino. Como dijo nuestro guía, los cenotes son como una selva bajo el agua, es muy fácil perderse. En ellos también se puede hacer submarinismo. La temperatura del agua es similar a la de una piscina. Una vez que estás dentro y empiezas a nadar es agradable y no se siente fría.
Nuestra ruta incluía dos cenotes y una cueva. Estaríamos allí unas dos horas, pero se me hizo poco. Nadar en un cenote era una de las cosas que tenía muchísimas ganas de hacer, y ha superado incluso mis expectativas. Nadar en un sitio así en Europa estaría más que prohibido y se vería desde una barrera. Sin duda es una de las cosas que todo el mundo debería de hacer en la Riviera Maya.
El cenote cerraba a las 17 y en lo que llegamos a Tulum de nuevo ya iba anocheciendo. Aprovechamos para ir a la estación de autobuses y coger nuestros billetes para el día siguiente por la tarde a Valladolid. Reventados de todo el día fuimos a tomar algo y a cenar en una taquearía donde tomamos los famosos tacos Pastor, que básicamente son carne de cerdo adobada. Caímos rendidos en la cama antes de las 23 de la noche.
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